Si quieres puedes, pero hay que querer.

Reparación
Cada tatuaje cuenta una historia; mi cuerpo guarda recuerdos y sanación
Hoy vivo con las cicatrices, los límites aprendidos y el trabajo que me llevó a reconstruirme. Mis tatuajes cuentan ese camino y mi cuerpo recuerda cada caída y cada avance.
Hoy soy el resultado de cada caída y de cada paso que decidí dar aun temblando. No llegué hasta aquí por suerte ni por inercia, sino porque no me quedó más remedio que enfrentarme a mí mismo y aprender a vivir sin máscaras. Mi cuerpo lleva esa historia grabada: en el centro del pecho está el tiempo que casi se me escapa, el límite que aprendí a no cruzar y el recordatorio de que mi vida vale algo incluso cuando yo no lo veía.
Mis tatuajes no son decoración. Son capítulos. La arena que cae es el reloj que casi rompo, la advertencia de que no soy eterno y de que cada día cuenta. El amuleto gitano me recuerda mis raíces y mis sombras, el camino tentador que siempre está ahí y al que no debo volver. La pieza del medio habla de mi química, de las sustancias que hoy sí me regulan y me mantienen estable, no de las que antes me destruían.
Y luego está el futuro. Ese espacio abierto que aún estoy aprendiendo a llenar sin miedo, sin impulsos que me arrastren y sin anestesias que me borren. Un futuro donde puedo vivir con TLP sin esconderlo y sin recurrir a nada ilegal para intentar sostenerme. Un futuro que ya no me asusta, porque sé que puedo construirlo con calma, con trabajo y con verdad.
Sigo en terapia, sigo aprendiendo y sigo viviendo con honestidad. No es una vida perfecta, pero es real, consciente y mía. Y todo lo que hago, lo hago mirando hacia adelante… por mí, y por Lobo, que es la brújula que me mantiene caminando aunque todo tiemble.






