Si quieres puedes, pero hay que querer.

El proceso

Un camino honesto hacia la recuperación y el autoconocimiento

La recuperación no fue magia ni un gesto heroico. Fue trabajo diario, recaídas emocionales y aprender a vivir conmigo mismo sin anestesia. Si quieres saber cómo lo conseguí, entra aquí.

Mi recuperación no fue un sprint ni un gesto heroico para la foto. Fue un camino enrevesado, agotador y lleno de recaídas emocionales aunque no hubiera recaídas en el consumo. Y no se trató solo de dejar el alcohol o las drogas. También tuve que aprender a vivir con algo que llevaba conmigo desde adolescente: un TLP que siempre había intentado tapar a golpes de ruido, excesos y velocidad.

Cuando dejé de consumir, todo lo que el alcohol mantenía medio adormecido se despertó de golpe. Emociones sin filtro, tirones impulsivos, rabia que venía sin motivo, miedo a perder a la gente, miedo a quedarme solo, vacío, intensidad… toda la colección. Y ahí empezó el aprendizaje más jodido: vivir conmigo mismo sin anestesia.

Pero no fue lo único. También tuve que aprender a vivir como alcohólico rehabilitado, con todas sus “normas”, sus manías y sus paranoias saludables. Aprendí a vigilar mis estados emocionales, a no confiarme ni un segundo, a evitar situaciones que antes eran “normales”, a entender qué me disparaban y qué me ponían en riesgo. Aprendí que hay puertas que nunca puedo abrir, que hay hábitos personas que no puedo permitirme, y que cada día es una suma de pequeñas decisiones que me mantienen en pie.

He pasado por grupos, terapias, hospitales, asociaciones, sesiones que me desmontaron y me volvieron a montar. He tenido tirones fuertes, impulsos que me quemaban por dentro, días donde solo mantenerme sereno ya era una victoria. Aun así seguí. Con torpeza, con miedo, con paciencia, pero seguí. Si quieres puedes, pero hay que querer.

Este proceso no ha sido perfecto, pero ha sido real. Y sigo aquí, avanzando. Por mí… y por Lobo, que es la única razón que jamás me deja aflojar.